martes, 25 de noviembre de 2014

La Presentación de Nuestra Señora y La Renovación de las Promesas Sacerdotales

1. Con María presentada en el templo somos ofrenda de amor como Sacerdotes.

Me gustaría compartir este tema eudista que me llega al alma. Nos hace bien hacer memoria de nuestro antiguo Manuel.

Parecería que el 21 de noviembre no tiene sentido hacer renovación de promesas sacerdotales, sabiendo que hay un día más apropiado como sería el Jueves Santo con el Obispo y el presbiterio.

Sin embargo para san Juan Eudes unir la Presentación con la Renovación es como lo más natural tratándose de dos realidades directamente implicadas en ser ofrenda de amor para la gloria de Dios y la salvación del mundo. Juan Eudes elaboró toda una teología de la Presentación de la Virgen en L´Enfance Admirable. A veces nos quedamos en los imaginarios que maneja, los dejamos de lado y no llegamos a lo esencial que está expresado en las numerosas oraciones breves que salpican todo el texto: María, ofrenda de amor. María es el paradigma de cuanto es la Iglesia y muy especialmente de cuanto somos en la Iglesia como presbíteros con una vocación y una misión de “sacerdote, víctima y altar”.

No se trata pues de definir la historicidad de un hecho como la Presentación de la Niña María, o de celebrar un dato apócrifo, sino de penetrar en la vida de Jesús en María y en la vida de María en Jesús, para encontrar en Él nuestra realidad como sacerdocio participado y descrubrir en María el paradigma de toda vocación y misión.

Así enfocado, muy en breve, el tema, el día 21 de noviembre es para san Juan Eudes y los Eudistas, día de acción de gracias por el Sacerdocio ministerial que nos ha compartido el Señor Sumo y Eterno Sacerdote y por nuestra consagración y dedicación a la obra de la salvación, como ofrendas de amor en compañía de la Santísima Virgen presentada en el Templo.

En lo que propone Juan Eudes, la meditación y la renovación de las promesas sacerdotales, encontramos la más pura y exigente teología de nuestro ministerio. Vale la pena saborear en comunidad esta joya de nuestra espiritualidad, en un día como el de la presentación de la Niña Admirable.

Juan Eudes poseído por el Amor irresistible del Señor nos invita a hacer una renovación con verdadera unción mística y mucho compromiso con un lenguaje que nos habla de la grandeza y gratuidad del don divino.

2. La fiesta del divino Sacerdocio de Jesucristo y la Presentación de la Virgen.


A partir del Manuel la fiesta del divino Sacerdocio de Jesucristo y de la Presentación de la Virgen María contituyen una unidad de contemplación, de adoración, de acción de gracias, de amor oblativo.

Veamos los textos resaltando algunas frases (O.C.3, 440-446).
1—El 11 de noviembre, se hará una conferencia o conversatorio, para prepararnos a la fiesta del divino Sacerdocio de Nuestro Señor y de todos los santos Sacerdotes y Ministros.

Punto 1º Los motivos que nos llevan a celebrar bien esta fiesta.
Punto 2º Los medios de que nos debemos servir para celebrarla santamente.
2—El día 12 de noviembre, sera la víspera de la fiesta y esta será la Meditación.

+ Punto 1º
Contemplemos y adoremos a Nuestro Señor Jesucristo como Sumo
Sacerdote que está ejerciendo santísimamente todas las funciones sacerdotales,
--por las que ha tributado glorias infinitas a su Padre,
--ha cumplido la obra de la Redención del mundo,
--ha destruido el pecado,
--nos ha merecido todas las gracias necesarias y convenientes para trabajar nuestra salvación,
--y nos pone ante los ojos el ejemplo y la regla que debemos seguir para ejercer santamente las funciones sacerdotales.
Le damos gracias por todo esto y suplicamos a todos los Ángeles, a todos los Santos, y especialmente a todos los santos Sacerdotes, Ministros, y a la bienaventurada Virgen, nos ayuden a bendecirlo y a darle gracias.

+ Punto 2º
Contemplemos y adoremos a nuestro bondadosísimo Salvador
--como el Institutor, el Fundador, la Cabeza y el Superior del santo orden del Sacerdocio,
--como el principio y la fuente de todas las gracias y bendiciones contenidas en él,
--y como el santificador de todos los santos Sacerdotes y Ministros.
Démosle gracias, y pidamos a todo el Paraíso que dé gracias con nosotros por el favor infinito que ha hecho a su Iglesia al establecer en ella el Sacerdocio y haberle dado Sacerdotes a quienes ha comunicado poderes tan admirables, para bien de los fieles como --ofrecer por ellos el maravilloso sacrificio del altar,
--darles su sagrado Cuerpo y preciosa Sangre,
--borrar su pecados y reconciliarlos con Él,
--en una palabra, cerrarles el infierno y abrirles el cielo.
Vamos a bendecirlo también por todas las gracias que ha comunicado en el tierra a todos los santos Sacerdotes y Ministros y por todas las glorias y felicidades que les dispensa en el cielo.
Del mismo modo le agradecemos por todos los servicios que ellos han prestado a su divina Majestad y a su Iglesia.
Ofrecemos a Dios todo el honor que ellos le han dado en el tierra y le tributarán siempre en el cielo.
Les suplicamos a ellos que nos asocien a sus continuas alabanzas y nos hagan partícipes de las virtudes que practicaron en su vida.

+ Punto 3º
Consideremos el favor incomparable que nos ha hecho nuestro Señor al llamarnos a un estado tan noble, tan santo y tan admirable como es el Sacerdocio.
Démosle gracias por esto y supliquemos a todos los habitantes del cielo que lo bendigan y lo glorifiquen por nosotros.
Luego, hagamos un serio examen sobre nuestros innumerables pecados,
ofensas y negligencias en las funciones sacerdotales,
--para humillarnos profundamente a los pies de nuestro Redentor,
--para pedirle perdón con una gran contrición,
--para ofrecerle en reparación todo el honor que todos los santos Sacerdotes y Ministros le han tributado con estas mismas funciones,
--para suplicarle que Él mismo las repare,
--para declararle que queremos de ahora en adelante, vivir como verdaderos Sacerdotes y ejercer santamente las funciones de su divino Sacerdocio,
--para implorarle todas las gracias que necesitamos para este propósito,
--y para pedir a la bienaventurada Virgen y a todos los santos Sacerdotes que nos ayuden a alcanzar estas gracias de su infinita misericordia.
3—El día 14 de noviembre se da comienzo, hasta el 20 de noviembre, a las Meditaciones sobre Tonsura, Órdenes Menores, Subdiaconado, Diaconado y Presbiterado.

3. El 21 de noviembre, día de la Presentación de la Virgen, se hace la renovación de “nuestra profesión eclesiástica” (las promesas sacerdotales (y clericales).

Monición

“Ahora, queridísimos Hermanos, vamos a hacer la renovación de nuestra profesión eclesiástica.
Entreguémonos a nuestro Señor para hacer de corazón esta renovación y unirnos a todas las santas disposiciones con que el sumo Sacerdote Jesús y todos los santos Sacerdotes han ejercido las funciones de la profesión sacerdotal.

Que todos los Ángeles y todos los Santos, especialmente nuestros Ángeles custodios y todos los santos Sacerdotes y Ministros y la bienaventurada Virgen, nos entreguen con este fin al Hijo de Dios y hagan con nosotros y por nosotros lo que vamos a hacer”.

Acto de renovación.

Santísima y adorabilísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, prosternado con toda la humildad del cielo y de la tierra, te adoro en todo lo que eres en ti misma y en todas tus obras, especialmente en tu Iglesia y el divino Sacerdocio que has establecido para tu gloria y por nuestra salvación.

+ Tú eres Dios mío, el principio y la fuente de toda la dignidad, poder y santidad del Sacerdocio cristiano, porque de ti procede toda clase de bien.
+ Tú eres el fin de todas sus funciones, porque ellas no tienen otra finalidad que el honor debido a tu divina Majestad.
+ Tú eres la consagración, la bendición y la santificación de todos los Sacerdotes y Ministros de tu Iglesia.
--Es por la elección y la vocación especial de tu adorable Voluntad, que son escogidos y llamados a una tan alta dignidad.
--Es por una comunicación de tu admirable paternidad, Padre santo, que son padres de los hijos de la luz.
--Es por una participación de tu divino Sacerdocio, Jesús, Hijo único de Dios, que son los sacrificadores del Altísimo.
--Es por una efusión particular de tu infinita santidad, divino Espíritu, que son los santificadores de las almas.
--Es en ellos y por ellos, Rey del cielo, que te haces visible en la tierra, y realizas en ella obras que solo son
propias de un poder y de una bondad infinita.
--En fin, tú eres su herencia, su tesoro y su gloria en la tierra y en el cielo.
Te adoro, te alabo y te glorifico, augustísima Trinidad, en todas estas cosas, en tu relación con ellos y con el santo orden en el que los has hecho entrar.
Que todas las criaturas del universo te bendigan conmigo, Padre divino, por haber querido establecer este orden en tu Iglesia,
+ del que eres el primer principio y primer autor,
+ tu Hijo Jesús el institutor y la cabeza,
+ y tu Espíritu Santo el director y el santificador,
y también por haber querido fundar, acrecentar y santificar tu Iglesia por medio de este orden.

Pero, ¿qué acciones de gracia te rendiré, Dios mío, por haberme escogido, por tu incomprensible misericordia, a mí que soy nada, pecador, infinitamente indigno de toda gracia, infinitamente digno de todo suplicio, por hacerme entrar en este gran orden, el primero y más santo de todos los órdenes, que santifica todos los demás?
Que todas las criaturas y todas las potestades de tu Divinidad te bendigan y te glorifiquen eternamente por esto.
Y, ¿qué reparación puedo hacer, Señor mío, por los innumerables pecados, ofensas y negligencias que he cometido después de mi entrada en tu santa familia, es decir, después de haberme hecho el favor de admitirme al estado sacerdotal?

Perdón, Dios mío, perdón, por favor.
Detesto con todo mi corazón, por amor a ti, todas mis ingratitudes e infidelidades y te ofrezco en satisfacción la Pasión y la Muerte de mi Salvador, con todo el honor que se te ha tributado y tributará siempre por Él, por su santísima Madre y por todos los santos Sacerdotes y Ministros, en todas las funciones clericales y sacerdotales.

Te declaro abiertamente, con la ayuda de tu gracia, que tomo la fuerte y constante resolución de llevar de ahora en adelante una vida de acuerdo con la santidad de mi vocación, y para comenzar quiero renovar ahora la profesión solemne que hice cuando entré al estado sacerdotal.

Por eso, declaro solemnemente, ante la faz del cielo y de la tierra: Dios mío, renuncio totalmente y por siempre al pecado, al mundo y a mí mismo y unido al mismo amor por el que fue de tu agrado, escogerme para hacerme tuyo y consagrarme a ti de modo particular por la unción sacerdotal,
yo también te escojo como mi herencia, mi tesoro y mi todo (cf. Sal 15.5).
+ Oh Dios de mi corazón, soy para ti, como tú eres para mí;
+ sea todo para ti, como tú eres todo para mí;
+ seré por siempre todo para ti, como tú eres por siempre todo para mí;
+ todo mi corazón estará en ti como en su tesoro;
+ mi vida será empleada y sacrificada a tu gloria;
+ toda mi alegría y mis delicias estarán en hacer santamente, por amor a ti,
todas las funciones sacerdotales y clericales y en seguir en todo y en todas partes tu adorabilísima Voluntad.

Virgen santa, Madre del sumo Sacerdote y de todos los demás Sacerdotes, por intermedio tuyo Dios me ha hecho el favor de recibirme en el santo orden de tu Hijo: te lo agradezco con todo mi corazón y te suplico que agradezcas por mí y me ayudes a reparar las faltas cometidas y alcanzarme las gracias necesarias y convenientes para servirle fielmente en la santidad de mi profesión.

Todos los santos Apóstoles, Sacerdotes y Ministros, me ofrezco a vosotros, ofrecedme a Jesús, el Sumo Sacerdote; dadle gracias por mí por sus infinitos beneficios, pedidle perdón por mis ingratitudes, suplid por mis faltas, suplicadle que así como ha sido de su agrado participarme su divino Sacerdocio, me haga también partícipe del Espíritu y de las disposiciones con las que ejerció las funciones, y que así como me ha asociado a vosotros en su santo orden, me comparta el amor, la caridad, el celo, la humildad, la paciencia, la mansedumbre, la sumisión, la obediencia, la pureza y demás virtudes que os enriquecen, para que yo sea más agradable a su divina Majestad y con vosotros y con Él, bendiga eternamente a la santísima Trinidad. Amén.


Higinio a Lopera E. cjm.
Centro San Juan Eudes. Conocoto.



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