martes, 7 de abril de 2015

Caminemos con el resucitado, envueltos en su misericordia, resuenan las palabras del papa

El 7 de abril de 2013, el Papa Francisco tomó posesión de la Catedral de Roma

(RV).- «En mi vida personal, he visto muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; he visto también en muchas personas la determinación de entrar en las llagas de Jesús... Y he visto siempre que Dios ha acogido, consolado, lavado, amado».

Recordamos estas palabras del Papa Francisco, en el aniversario de su toma de posesión de la Catedral de Roma, en la Basílica de Basílica papal de San Juan de Letrán, consagrada al Santísimo Salvador.

El 7 de abril de 2013, era el II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia:

«Con gran alegría celebro por primera vez la Eucaristía en esta Basílica Lateranense, catedral del Obispo de Roma. Saludo a todos con gran afecto

¡Caminemos juntos a la luz del Señor Resucitado!

Celebramos hoy el segundo domingo de Pascua, también llamado «de la Divina Misericordia». Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida: la misericordia de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía.

A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me impresiona porque me infunde siempre una gran esperanza.

En mi vida personal, he visto muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; he visto también en muchas personas la determinación de entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y he visto siempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado.

Queridos hermanos y hermanas, dejémonos envolver por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos. Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor.

Jesús ofrece la paz como don precioso, fruto de la victoria del amor y el perdón sobre el mal, había reiterado el Papa Francisco, en el Regina Coeli, que rezó con unos cien mil peregrinos, que acudieron a la Plaza de San Pedro.

«¡Queridos hermanos sean mensajeros y testigos de la misericordia de Dios!» había sido su exhortación, alentando también a llevar la Buena Noticia, a todos los ambientes de la vida, «con suavidad y respeto».

(CdM – RV)






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