viernes, 4 de septiembre de 2015

¡Que el Espíritu haga nuestra alma y de nuestro cuerpo un evangelio y un libro viviente!

¡Que el Espíritu haga nuestra alma y de nuestro cuerpo un evangelio y un libro viviente!

(San Juan Eudes)

Disposiciones para leer la Sagrada Escritura
  1. Adora a nuestro Señor en su santa palabra: Te adoro, oh Jesús, como la palabra eterna del Padre y como fuente de todas las santas palabras contenidas en este libro. Te adoro en los designios que has tenido sobre toda la Iglesia y sobre mí en particular cuando las pronunciabas o inspirabas.
  2. Agradece a nuestro Señor tan precioso tesoro y tan santa reliquia de sí mismo, y todas las luces y gracias que mediante su santa palabra ha comunicado a su Iglesia.
  3. Humíllate porque eres inmensamente indigno de leer y aún de tocar y mirar los libros sagrados. Pide perdón a Dios por tu negligencia para leerlos. por el mal uso que de ellos se ha hecho, y por tu poco respeto hacia ellos. Porque deben ser para nosotros como el Corazón de Dios, que encierra sus secretos y que es el principio de la vida de sus hijos, como lo explican san Agustín a propósito del salmo 21,15: Mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas (Sal 2 1, 2; cfr. Agustín: Enarrationes II in Psal 21).
  4. Acuérdate del episodio que refiere el Evangelio cuando nuestro Señor tomó el libro de las santas Escrituras, lo abrió públicamente y leyó de él (Lc 4,16). Y con este recuerdo entrégate a él para unirte a las santas disposiciones con que él leyó la Escritura santa.
  5. Entrégate al Espíritu divino, que inspiró las santas Escrituras, y ruégale que las grabe en nuestros corazones: que haga de nosotros un Evangelio, un libro viviente, escrito por dentro y por fuera, en el que se impriman la vida interior y exterior de Jesús que nos presentan las sagradas Letras.
Despues de la Lectura de la Sagrada Escritura
  1. Agradece a nuestro Señor las luces y dones que te comunicó mediante su palabra.
  2. Entrégate a él y ruégale que grabe profundamente en tu espíritu y en tu corazón las verdades que acabas de leer y te conceda la gracia de expresarlas en tu vida.
  3. Trata de grabar en la memoria algunas de las palabras celestiales que has leído para repasarlas y rumiarlas durante el día y para apacentar tu alma con ese pan divino, verdadero alimento de los hijos de Dios (O.C. III, 53; Obras Escogidas 429-430).



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