martes, 3 de mayo de 2016

Centenario del Nacimiento de Mons. Eladio Acosta Arteaga, Eudista

El sábado 9 de abril de 2016, la Arquidiócesis de Santafé de Antioquia celebró el centenario del nacimiento de Mons. Eladio como homenaje de gratitud y veneración a quien fuera su infatigable pastor durante 22 años en esta diócesis misionera. Le Eucaristía fue presidida por Mons. Orlando Antonio Corrales García, actual Arzobispo de Santafé de Antioquia, acompañado por Mons. Ignacio Gómez Aristizabal, Arzobispo Emérito, Mons. César Balbín Tamayo, obispo de Caldas (Ant), el clero y los seminaristas de la Arquidiócesis, la Hermana Miriam y familiares de Mons. Eladio Acosta. El P. Gustavo Londoño, superior provincial de Colombia, con los padres Gerardo Velásquez y Gerardo Arango, participaron en este homenaje en nombre de la Congregación de Jesús y María.

En memoria de este acontecimiento, transcribo el discurso pronunciado por Mons. Nicolás Gaviria Pérez, durante el homenaje celebrado en honor de Mons. Eladio Acosta. Mons. Nicolás Gaviria fue el Vicario General de la Diócesis durante todo el tiempo de gobierno pastoral de Mons. Eladio en Antioquia y ciertamente su más cercano y fiel colaborador.

Recordando al Arzobispo Eladio Acosta Arteaga, eudista.

En el centenario de su nacimiento.

“La Arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia registra hoy en sus anales histórico-religiosos un acontecimiento memorable: “EL CENTENARIO NATALICIO DEL EXCELENTÍSIMO MONSEÑOR ELADIO ACOSTA ARTEAGA” último obispo de la Diócesis de Antioquia y primer Arzobispo de Santa Fe de Antioquia. Con afecto cordial y sincera gratitud dedico el siguiente tributo de admiración al inolvidable pastor, que apacentó la grey antioqueña con alma de misionero y corazón de apóstol.

Datos biográficos

Nació en Medellín el 9 de abril de 1916. Fue el primogénito de una familia bendecida por Dios con la vocación de un obispo, Monseñor Eladio, dos sacerdotes, monseñor Ernesto y el padre Eduardo y dos religiosas, las hermanas Anita y Miriam. Fueron sus padres Don José Acosta y doña Rosana Arteaga Fernández. en la admirable escuela de su hogar auténticamente cristiano, en que se hermanaban la fe y el trabajo, la rectitud y magnanimidad, se fraguaron las valiosas cualidades que florecerían después en el rodar de los años de su meritoria existencia: su profundo sentido del deber y su humanidad, su espíritu de servicio y la lealtad en la amistad.

Terminada la enseñanza primaria, estudió tres años, de 1929 a 1931 en el Juniorato de San Pedro (Antioquia) de los Padres Eudistas. A causa de la crisis, que afectó en ese tiempo a Colombia, hubo de interrumpir los estudios durante trece años para ayudar a la educación de sus hermanos. En este periodo trabajó como administrador de dos fábricas y simultáneamente hizo cursos de química, física y otras materias. La experiencia en la vida seglar y empresarial le enseñó orden, esfuerzo, comprensión y tolerancia.

En 1944 ingresó al Seminario de Valmaría en Usaquénn (Bogotaá), regentado por los Padres Eudistas. El 7 de agosto de 1949 recibió la ordenación sacerdotal de manos de Monseñor Luis Pérez
Hernández, posteriormente Obispo de Cúcuta. Obtuvo la licencia en derecho canónico en la Universidad Javeriana. Al servicio de su Congregación desempeñó, entre otros cargos, las rectorías de los seminarios de Cartagena y Santa Rosa de Osos y, a fines de 1967, fue designado Superior Provincial de los Padres Eudistas en Colombia. Del ejemplo de sus formadores aprendió austeridad de vida, profundo sentido del deber y luminosa visión del ideal sacerdotal.

El 7 de marzo de 1970 fue preconizado Obispo de Antioquia por el Papa Pablo VI. Monseñor Angelo Palmas, Nuncio Apostólico, le confirió la ordenación episcopal en la Catedral Metropolitana de Medellín. El 14 de este mes llegó a Santa Fe de Antioquia y tomó posesión de su diócesis.

En el presente escrito me refiero principalmente a su misión pastoral como último Obispo de la Diócesis y primer Arzobispo de Santa Fe de Antioquia. En este vasto panorama de veintidos años y medio, en que lo acompañé como su Vicario General, quiero destacar algunos aspectos sobresalientes de su servicio episcopal.

Rasgos de su personalidad

El padre Gerardo Velázquez, sacerdote eudista, dedicó a su memoria un inscrito, denso en datos biográficos. Al referirse a su personalidad afirma: “En el rostro de Eladio resplandecían tres virtudes características del auténtico servidor: transparencia individual, responsabilidad gerencial y humanidad personal”. De estas cualidades quiero destacar su humanidad. Fue uno de sus atributos notables. Se reflejaba en la comprensión de los defectos humanos, en la magnanimidad, en el trato amable y en su espíritu permanente de servicio; sabía inspirar confianza y despertar interés en el interlocutor en el desempeño de su misión pastoral. Su amistad tenía timbre de sinceridad y muchos quilates de lealtad. De ello soy testigo.

Primera entrevista con él

Antes de escribir sobre el tema propuesto, quiero recordar la hora en que lo conocí, que está fresca en memoria. Después de recibir la noticia de su nombramiento como Obispo de Antioquia en abril de 1970, viaje a Bogotá a conocerlo; me entrevisté con él en Usaquén, residencia de los Padres Eudistas. Le manifesté que había venido a felicitarlo e nombre del Capítulo Catedralicio de la ciudad de Antioquia y a ponerme a sus órdenes. Le dije, además, que le iba a ser una buena propuesta pastoral. El preguntó: “¿cuál?” Le contesté: su Diócesis es escasa en sacerdotes; yo he sido Vicario General; su Excelencia está muy joven, no necesita esta ayuda y puede suprimir este cargo para ahorrar un sacerdote. En ese caso, yo aceptaría el nombramiento para cualquier parroquia de la misma. Su respuesta fue instantánea y en lenguaje paisa: “Déjate de tus amores de Urrao y vení a ayudarme”. Parece que monseñor Augusto Trujillo Arango, Administrador apostólico, le había informado que yo estaba feliz en Urrao donde la feligresía me apreciaba. Esta primera conversación con él me causó grata impresión: me pareció pastor sencillo, amable y festivo

Fue apóstol de las vocaciones sacerdotales

Así se destaca en la historia de la Diócesis de Antioquia. Según monseñor Manuel la Larraín Errázuris, famoso obispo de Talca, en Chile, “Apóstol es sobre todo, el hombre del amor, el que no da su corazón a nadie, para dárselo a todos”. Tal fue el estilo de su vida.

Al llegar a su sede episcopal, la ciudad de Antioquia, encontró un problema pastoral grave: la falta de sacerdotes. La Diócesis de Antioquia, la más antigua del departamento, solamente contaba entonces con 56 sacerdotes para atender la administración de la curia, el Capítulo Catedralicio, la dirección del seminario y las parroquias. Cuando Monseñor Eladio preguntó a qué se debía la escasez de sacerdotes, escucho la siguiente opinión: “Es que el occidente antioqueño es estéril en vacaciones” y el prelado contesto citando el pensamiento del obispo arriba nombrado: “Las vocaciones no faltan… Lo que falta es pedirlas, buscarlas, atenderlas, formarlas y encaminarlas hacia Dios”.

Como buen eudista, formador de futuros sacerdotes, se consagró a esta misión. Ordenó dos semanas de oración al año, promovió campañas de apostolado, elaboró y ejecutó un “Plan diocesano de acción pastoral para las vocaciones”, qué mereció elogio de la Santa Sede; dispuso que cada párroco fuera promotor vocacional en su respectiva parroquia y dio un paso trascendental: restableció el seminario mayor en la ciudad episcopal, trasladado 25 años atrás a Santa Rosa de Osos por la Santa Sede. El 28 de enero de 1981 decretó su apertura y el 3 de febrero lo abrió con 8 bachilleres en la sala de la antigua casa episcopal, qué sirvió de capilla, donde recibieron la ordenación sacerdotal Monseñor Miguel Ángel Builes, obispo de Santa Rosa de Osos y Monseñor Antonio José Jaramillo, obispo de Jericó. Después, dotó el seminario de local restaurando uno de los vetustos claustros del antiguo seminario y construyendo la capilla y 70 celdas para los alumnos. En pocos años el empleador se duplicó sobradamente de manera que el obispo pudo ofrecer sacerdotes a otras diócesis dentro y fuera del país.

Pastor dinámico, hombre de acción

Pastor dinámico, llevó a cabo notables obras de progreso apostólico. Me limito a citar las siguientes: creó 15 parroquias, restableció el capítulo Catedralicio, inauguró el Museo Religioso “Francisco Cristóbal Toro”, fundó y sostuvo la Casa del Sacerdote, organizó la economía diocesana, expidió numerosos decretos de palpable utilidad para la buena marcha de la diócesis, realizó 478 visitas pastorales.

Acontecimientos memorables

En la época de Monseñor Eladio, el 18 de junio de 1988, la Diócesis de Antioquia vivió varios acontecimientos memorables: su exaltación al rango de Arquidiócesis Metropolitana con el nombre de Arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia, la promoción del Excelentísimo Señor Eladio Acosta Arteaga a la dignidad de arzobispo de ésta: la erección de la Diócesis de Apartadó, desmembrada principalmente de la nueva Arquidiócesis: la erección de una nueva Provincia Eclesiástica, que tendrá a la Diócesis de Antioquia por capital y por sufragáneas a las diócesis de Santa Rosa de Osos y Apartadó y a los vicariatos de Quibdó e Itsmina, ambos actualmente Diócesis.

Obispo Misionero

Obispo misionero fue el título, ciertamente muy honroso, de su episcopado. Aunque esta faceta de su vida pastoral es conocida, merece permanencia recuerdo y admiración, porque fue una entrega total de todas sus energías de buen pastor al servicio de los más pobres y marginados en la región selvática de la Atrato antioqueño. Hasta tan lejana tierra fue a buscarlos para llevarles el evangelio y los auxilios espirituales. En canoas primitivas viajó 15 veces al sol y al agua a 16 caserío disperso a orillas de los ríos, sin quejarse de sed, ni de hambre, ni de cansancio. En varias ocasiones terminó su visita pastoral caminando por trochas desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde para llegar a la zona indígena.

Misioneros del Verbo Divino en la región del Atrato. Episodio insólito.

Al terminar un viaje en que Acompañé a Monseñor Eladio a la región del Atrato antioqueño, nos encontrábamos en el aeropuerto de Quibdó esperando avión para regresar a Medellín. Él muy preocupado me dijo: “De qué le sirven a estos pobres negros que los visitemos cada año. Ayúdame a conseguir misioneros que vivan con ellos y les presten el servicio para estar en forma permanente”.

Poco después al saber en Medellín que los Misioneros del Verbo Divino buscaban una zona para
fundar una misión, visité la parroquia del Verbo Divino, que ellos administraban, y logré hablar personalmente con el superior provincial de la comunidad, el padre Enrique Grosse Darrelman, quien me informó que efectivamente buscaban una región para establecer una misión. Autorizado por Monseñor Eladio, le ofrecí la del Atrato antioqueño, perteneciente a la diócesis de Antioquia. Entonces me informó que le había ofrecido una muy necesitada en la costa y que solamente aceptarían otra que lo estuviera más. Le contesté que la zona del Atrato estaba postrada en la miseria, y por lo mismo, más necesitada de evangelización. Para convencerlo lo invité a que viajáramos a Vigía del Fuerte, población a orillas del río Atrato, distante unos 200 kilómetros de Quibdo. El aceptó la invitación y hasta allá viajamos.

Al día siguiente solicitamos en un rancho que nos prepararan un almuercito. Después de la una de la tarde, el padre Enrique, ya muy fatigado, fue a preguntar si ya estaba listo el alimento; al momento regresó y me dijo que no iba a almorzar. Como yo también estaba acostado por el hambre, le pedí que no me contara lo que le había pasado, porque “lo que ojos no ven corazón no siente”. Después me informó que, al solicitar el almuerzo, vio que la señora que lo preparaba, le había quitado los pañales orinados a una niña y con ellos había limpiado la olleta y depositado en ésta los huevos que iba a freír. Muy impresionado me dijo: aceptó la misión del Atrato, porque es más miserable que la de la costa.

Abro un paréntesis para dedicar unas palabras de gratitud y admiración a los Misioneros del Verbo Divino. Dando un ejemplo de humildad, el padre Enrique decidió ser el primer párroco de Vigía del Fuerte, a donde llegó en agosto de 1972, acompañado por el padre Norberto Kluckeny el Hermano Herich Harant. Esta semana el padre Mateo Alejandro, párroco del Verbo Divino en Medellín, me dio la dolorosa noticia de la muerte del padre Enrique el 13 de marzo del presente año 2016. La historia de su comunidad lo exalta como sacerdote de ardiente celo misionero, que vivía feliz trabajando por los más pobres y necesitados en las regiones más lejanas y miserables. Los Misioneros del Verbo Divino han cumplido en el Atrato, durante muchos años, una misión extraordinaria de evangelización y civilización. Uno de ellos, el padre Félix Albizu, trabajo allá 23 años. Desde 1988 esta región pertenece a la diócesis de Quibdó.

Evocación de su amistad

Un deber del corazón me mueve a buscar la nobleza de su amistad, con la cual se dgnó honrarme desde que llegué a Santa Fe de Antioquia. Familiar y afectuosamente me llamaba. “Gaviria”, el apellido de mi meritorio padre Nicolás. De palabra por escrito me dio el título de “amigo fiel”. Conservo agradecido la obra bíblica que me regaló, cuando cumple sesenta años, con la siguiente dedicatoria: “A mi querido Vicario General, mi amigo noble y leal, para quien pido al Señor toda la felicidad posible y muchísimos años más”. Su Súplica llegó al cielo: he llegado a la cumbre de noventa y cinco años de edad, de setenta años de sacerdocio y ha sido feliz en el ejercicio de mi
sagrado ministerio.

La última despedida

Procuré corresponder a la nobleza de su amistad visitándolo frecuentemente cuando estuvo abatido por la enfermedad. Lo mismo hizo el doctor Hugo Aristizábal Correa, amigo fiel hasta el final. Es digna de admiración la conducta de la hermana Miriam, qué dedicó con todo el alma a Monseñor Eladio cariño, desvelos, sacrificios y permanente atención a su salud. Monseñor Eladio afrontó con valor cristiano y plenamente sumiso a los designios de Dios, una larga enfermedad. Tuvo que pasar de una vida de intensa actividad a otra de quietud total. Ofreció a Dios serenamente la honda pena de dar el último adiós a sus hermanos sacerdotes Ernesto y Eduardo y a la hermana Anita.

Termino recordando que tuve el privilegio de haber sido el primer sacerdote de la Diócesis de Antioquia, que le dio la bienvenida a Monseñor Eladio cuándo fue nombrado obispo de Antioquia, y el único que lo despidió para la eternidad con el auxilio de los últimos sacramentos. Al rezarle la última oración de los agonizantes se durmió plácidamente en el señor. Falleció en Medellín, su ciudad natal, el 30 de enero de 2012 a las 11:25 de la mañana a la edad de 95 años y 9 meses. Ese mismo día por la tarde concelebraron la Eucaristía en la Catedral Metropolitana de Medellín los excelentísimos Monseñores Ricardo Tobón Restrepo, Arzobispo de la ciudad, Ignacio Gómez Aristizábal, Arzobispo emérito de Santa Fe de Antioquia, los Obispos auxiliares de Medellín y más de 50 sacerdotes. Posteriormente fue trasladado el cadáver del Arzobispo Acosta a la ciudad de Antioquia, sucede episcopal, donde fue velado durante la noche en el templo de Santa Bárbara. Al día siguiente, a las 11 de la mañana el Arzobispo de Santa Fe de Antioquia, Monseñor Orlando Antonio Corrales García, Ignacio Gómez Aristizábal, Arzobispo emérito de dicha Arquidiócesis, otros obispos y gran número de sacerdotes, principalmente de esta sede, concelebraron la Eucaristía en el mismo templo por su descanso eterno.


Inmediatamente después el féretro del Arzobispo Eladio fue llevado a hombros de sus sacerdotes a la catedral basílica, depositado en la cripta de los obispos, situada debajo del presbiterio, y despedido piadosamente con las preces fúnebres. Imploramos a Dios para el querido pastor que Dios le conceda disfrutar de la felicidad eterna.

El arzobispo Eladio murió, pero quedaron indelebles sus huellas pastorales: “AMAR Y SERVIR”; permanecen sus obras de mérito, especialmente el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino, por él restaurado; perduran sus buenos ejemplos y es inextinguible su grata memoria en la Arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia y en el corazón de cuantos fuimos honrados por la nobleza de su amistad y los beneficios de su magnanimidad”.








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