lunes, 28 de noviembre de 2016

Homilía celebración instalación P. José Mario Bacci T, cjm – Provincial de Colombia

Bogotá, sábado 19 de noviembre
MISA VOTIVA AL ESPÍRITU SANTO.

Al concluir el año litúrgico, durante las dos últimas semanas, en la liturgia ferial, leemos el libro del Apocalipsis; y terminamos la proclamación del evangelio de Lucas. Son textos densos que nutren nuestra fe y nos ayudan a sintonizar con el querer del Señor sobre nuestra vida y nuestros proyectos.

El Apocalipsis comienza mencionando dos testigos los cuales después, hacia el final del texto, son llamados también profetas. De hecho, estos testigos anónimos son descritos como profetas del Señor: “de su boca sale fuego devorador y tienen el poder de cerrar los cielos” (como Elías) y, además, de ellos se dice que “pueden convertir el agua en sangre y herir la tierra con toda clase de plagas” (como Moisés). Son, entonces, testigos-profetas. El anonimato les imprime valor simbólico. Estos testigos nos recuerdan el alcance de nuestra identidad discipular: somos testigos de Cristo, somos profetas del Señor. Inmersos en la historia, hablamos en su Nombre, portamos su Palabra. Esta Palabra nos configura y por eso podemos anunciarla. Esta Palabra forma nuestra existencia y por eso la podemos predicar.

En el marco de esta celebración y a la luz de esta Palabra, podemos reconocer que este momento particular de nuestra provincia es, para todos, ocasión de testimonio, momento para la profecía. Y en esta circunstancia, el protagonismo no es nuestro sino de la Palabra que debe invadir toda la existencia y darle forma. Ahora no cuenta tanto lo que hagamos nosotros mismos, sino sobretodo lo que la Palabra pueda operar en nosotros.

¿Por qué decir que este es el momento de la profecía, la hora del testimonio para la Provincia Eudista de Colombia (PEdC)? Porque después del sexenio de la administración provincial que concluye -gracias también al liderazgo del P Gustavo y a la contribución de cada hermano- hoy vivimos en una Provincia tranquila, trabajadora, que lucha por superar sus fragilidades, con proyección misionera hacia el futuro… pero esto no es suficiente! Ahora se nos exige asumir una auténtica actitud profética: asumir el enorme desafío de saber vivir el momento presente y de saber enfrentar los desafíos que surgen en nuestros lugares de misión. Y esto exige actitud profética, actitud testimonial. Se trata de aprender a leer las interpelaciones que la hora actual de la historia nos dirige.

En concreto, debemos preguntarnos: ¿Qué queremos ser- como PEdC? ¿Cómo vivimos nuestra configuración con el Señor de modo que nuestro particular testimonio en la historia presente sea eficaz? Y, por lo tanto, ¿qué futuro se está gestando con nuestros proyectos misioneros? La PEdC está llamada al testimonio, a la profecía… sin medir costos, sin enredarse en cálculos infecundos, sin dejarse paralizar por el miedo...

Los dos testigos del Apocalipsis enfrentan con ímpetu las vicisitudes de la historia y salen vencedores; la bestia quiere aniquilarlos y aparentemente lo logra: "las naciones contemplan sus cadáveres en la plaza por tres día y medio"... pero "un espíritu procedente de Dios" -cambia la historia-, porque "entró en ellos y se pusieron en pie. Y oyeron una gran voz del cielo que les decía: "subid conmigo". Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos". ¿Quién cambia la historia? ¿Nosotros y la ejecución de nuestros planes? ¿Nuestros proyectos humanos que normalmente no pasan de ser reafirmación de nuestros deseos? No! "El Espíritu procedente de Dios", él cambia la historia. Hemos dicho: esta es la hora del testimonio, esta es la hora de la profecía para la PEdC... pero -digámoslo claramente- no desde nuestro protagonismo sino a través de nuestra docilidad plena al Espíritu del Señor. Papa Francisco que nos ha convocado a constituirnos en Iglesia misionera en salida, él mismo también nos pide ser, en esta hora, evangelizadores con Espíritu! (EG capítulo V).

¿Cuál es el contenido de la profecía y del testimonio cristianos? Jesús en el evangelio lo ha dicho: Anunciamos al Dios de la vida! Somos profetas del Señor de la vida. Su Padre es un Dios de vivos, no de muertos.

Jesús enfrenta a los malintencionados saduceos que se desgastan en elaborar una casi absurda e hipotética aplicación de la ley del levirato! En realidad, el evangelista deja en ridículo a los opositores de Jesús: están tan impedidos, por su propia voluntad, de aceptar a Jesús que le plantean semejante situación rebuscada y de improbable realización!

Pero el Señor, apoyado en la Escritura, en el episodio central del Éxodo, la revelación del nombre de Dios a Moisés, recuerda: nuestro Dios es Dios de vivos, no de muertos… Para Jesús, la resurrección de los muertos se fundamenta en el poder de un Dios que es vida y amor, quien en virtud de la comunión de vida que ha querido establecer con los hombres, no los abandona a la muerte sino que los conduce a una vida sin fin: "Todos viven por medio de él"- dice al final del Evangelio.

Este es el contenido de nuestra profecía! Dios es la fuente de la vida; Él es, por definición, la vida misma; Él nos hace testigos de la victoria pascual de su Hijo, Él infunde en nosotros la acción renovadora del ES y Él nos hace portadores del mensaje del Evangelio, el único capaz de revolucionar la historia humana, el único que abre la existencia humana a la verdadera y total plenitud de sentido!

Para nosotros, este es el criterio último de nuestro empeño misionero. No somos desocupados
que encontraron en el ministerio un modo de instalarse para gozar la vida... Somos formadores de Jesús en el corazón de las personas, somos evangelizadores del Dios de la Vida…

Por tanto, a partir de la meditación de esta Palabra, preguntémonos:

* ¿Qué vamos a hacer, en concreto, para que nuestro servicio en los Seminarios sea testimonial, sea profético? La Iglesia siempre necesitará formar sus sacerdotes... ¿qué hacemos nosotros en este espacio de misión tan precioso?

* ¿Qué vamos a hacer, en concreto, para que nuestras parroquias sean oasis de misericordia -como pide el Papa-? ¿Construimos parroquias misioneras en salida que anuncian "la alegría del Evangelio"?

* ¿Que hacemos, en concreto, los unos por los otros? Cada persona en la PEdC es valiosa por sí misma, ¿hemos hecho todo unos por otros para ser mejores personas, mejores creyentes, mejores ministros?

* ¿Qué hacemos, en concreto, para vivir nuestra misión con los laicos, aprendiendo de ellos su entrega apasionada al evangelio a pesar de las exigencias de la vida secular? ¿Sabemos acompañarlos con nuestra espiritualidad y vincularlos a nuestro modo de vivir la misión?

* ¿Vivimos esta misión juntos, en comunión, con una obediencia libre y total al llamado del Señor a servirlo donde la Provincia asume proyectos misioneros, sean cuales fueren?

* ¿Vivimos el don del Ministerio, asumimos las exigencias de la misión, participamos de la vida de nuestros hermanos de modo eficiente, imprimiendo calidad a lo que hacemos en términos de Evangelio, de servicio misionero pero también en términos de buen rendimiento del uso del talento que el Señor nos ha regalado?

La Palabra hoy es oportuna! Siempre lo es! Ella diseña la inspiración fundamental de la ruta a seguir en los próximos 3 años:

a) La PEdC vive el momento de la profecía, del testimonio. Eso nos ayuda a volver a la raíz del ministerio recibido que es puro servicio, puro don, pura entrega.

b) La PEdC se abre al "Espíritu que procede de Dios" para "ponerse en pié", para "subir con el Señor", para obrar con la fuerza de su espíritu...

c) La PEdC quiere renovar su servicio en los Seminarios (más formación para los formadores), quiere potenciar su servicio en las Parroquias (más formación para los párrocos, vicarios, laicos) y quiere mantener abierto el corazón para que el Espíritu innove en nosotros. La innovación es la prueba de que estamos vivos, es la prueba de haber recibido "el Espíritu que procede de Dios", del Dios de Jesucristo, "porque en Él todos están vivos”.

Oremos con SJE: “Entreguémonos a Jesucristo, roguémosle que nos comunique su espíritu sacerdotal, que nos asocie a su sacrificio, que nos inmole con él para gloria del Padre y que nos consuma en el fuego sagrado de su amor”.




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