martes, 6 de diciembre de 2016

12 Textos Impactantes sobre la Misericordia de San Juan Eudes


El Año Santo se abrió el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Esta fiesta litúrgica indica el modo de obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal. Por esto pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor (cfr Ef 1,4), para que fuese la Madre del Redentor del hombre. Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona. En la fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la alegría de abrir la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza. (Bula de convocación del jubileo extraordinario de la misericordia, Papa Francisco).

El Año jubilar se concluirá en la solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese día, cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia. Encomendaremos la vida de la Iglesia, la humanidad entera y el inmenso cosmos a la Señoría de Cristo, esperando que derrame su misericordia como el rocío de la mañana para una fecunda historia, todavía por construir con el compromiso de todos en el próximo futuro. ¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros. (Bula de convocación del jubileo extraordinario de la misericordia, Papa Francisco).

En el marco del año de la misericordia, propuesto por el Papa Francisco, conocer la majestuosidad de
los escritos de san Juan Eudes sobre la misericordia, nos ayuda como cristianos a interiorizar y aplicar a nuestra vida la grandeza de la misericordia, que es el mismo Jesús. El Padre Dios, en su infinita misericordia no envió a su Hijo único para que fuéramos liberados de la esclavitud del pecado. A continuación, algunos textos impactantes del san Juan Eudes al respecto.

1. El Padre eterno es llamado Padre de las misericordias porque es el Padre del Verbo Encarnado, que es la misma misericordia» OC, VIII, 52 y 62).

2. “(Nuestro Benigno Redentor) está lleno de compasión de nuestras miserias y las ha llevado en su corazón con tanto dolor… que su corazón benignísimo ha sido herido por miles y miles de dolores muy sensibles y muy penetrantes” (OC VIII 53).

3. “La divina misericordia es una perfección que mira las miserias de la criatura para aliviarla y aún para liberarla de ellas,” (OC VII, 7).

4. “Tres cosas son requeridas para la misericordia: la primera es que tenga compasión de la miseria del otro; porque es misericordioso el que lleva en su corazón las miserias de los miserables. La segunda, que tenga una gran voluntad de socorrerlos en sus miserias. La tercera, que pase de la voluntad al efecto” (OC, VIII 53).

5. “Porque, ante todo habiéndose hecho hombre y habiendo tomado un cuerpo y un corazón como el nuestro capaz del sufrimiento y del dolor, ha estado lleno de tal compasión de nuestras miserias, y las ha llevado en su corazón con tanto ardor, que no hay palabras que lo puedan expresar” (OC, VIII, 53).

6. “Yo consideraría que el amor con el que Dios me ha amado antes de que yo existiera, no solamente es eterno, habiéndome amado desde toda la eternidad sino que es continuo, inmutable y muy constante. Porque desde que Él comenzó a pensar en mí y a amarme, sin embargo Él no tiene comienzo, no ha habido ninguna interrupción en su pensamiento y en su amor por mí… y sin embargo Él ya había previsto todas mis ofensas e ingratitudes, esto no trajo ningún cambio ni alteración y su amor es invariable y permanente hacia mí.” (OC II, 137)

7. “Oh Jesús, oh creador mío, mi salvador y mi soberano Señor, ¿qué es esta maravilla? ¡Ah, que yo tenga ahora y verdaderamente en el interior de mi alma al que reside por toda la eternidad en el seno del Padre!… ¡Oh Dios, cuántas misericordias, cuántos favores! ¿Qué diré frente a cosas tan grandes y tan maravillosas? (OC, I 142-143)

8. “¡Oh cuánto amor! ¡Oh cuánta bondad! ¡Oh cuántas alabanzas! ¡Oh cuántas acciones de gracias debes darles por tantos favores! Que todas las misericordias del Señor hacia los hijos de los hombres y todas las maravillas que Él hace por ellos lo alaben y lo glorifiquen eternamente »(OC,Il,219).

9. « Pero la misericordia de Dios es tan sobreabundante que se contenta con un momento de
verdadera penitencia. ¡Oh admirable benignidad! Por un instante de verdadera contrición… Dios perdona cincuenta, sesenta años de pecado y de millares de crímenes de toda clase, y recibe al pecador en su gracia, y lo restablece en el número de sus hijos y de sus herederos, y en el derecho de poseer un día todos sus bienes» (OC, VIl,23).

10. “¡Oh paciencia admirable! ¡Oh prodigiosa mansedumbre! ¡Oh misericordia incomparable!… Oh Señor que todas tus misericordias te alaben y te bendigan por siempre; que todas las maravillas de tu incomprehensible paciencia y de tu indecible benignidad con los hijos de los hombres te glorifiquen eternamente (cfr. Sal 107 (106) ,8 » (OC. VII, 23)

11. « Este corazón divino del Padre de Jesús es la primera fuente de la encarnación y del nacimiento de su Hijo en la tierra… Porque… el amor del Padre de las misericordias lo llevó a enviar a su Hijo a este mundo, y hacerlo nacer en la tierra para la salvación de los hombres” (OC,VIlI,124-125).

12. « Podemos decir que la misericordia de Dios es grande y el más grande de sus atributos de cualquier género que sea. Porque los efectos de la misericordia superan los del poder, de la sabiduría, de la justicia y de todas las otras perfecciones divinas que podemos conocer en este mundo» (OC,VIII 55).

(San Juan Eudes)



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