María, la Madre de Jesús, la escogida por el Espíritu Santo para ser hallada digna de engendrar al adorable Verbo de Dios en el mundo.
María, la mujer dócil al Espíritu, la llena de gracia, la llena de pureza, la fragante de virginidad.
María es la inmaculada Madre de Jesucristo, no podemos agradarlo a Él si silenciamos a María. Esta ausencia de María afecta a algunos hermanos cristianos separados. Es posible que tengan el tesoro del evangelio, que tengan una devoción entrañable a Jesús, pero algo les hace falta: la madre de Cristo. María es demasiado importante en la persona de Jesucristo para dejarla en silencio, para dejarla a un lado. Jesús nos diría: me arrancas una parte fundamental de mi vida, si me quitas a María.
Nosotros sabemos que Jesús es el centro del universo espiritual y el ser más maravilloso de todo el universo, pero María es la Emperatriz, es la Señora, es la Reina, es la Madre.
Acordémonos de aquella lejana oración que viene tal vez del siglo doce, que aprendimos en el regazo de nuestra madre. Dios te salve, Reina y Madre, vida y dulzura, esperanza nuestra.
García-Herreros, R. (2010). La Virgen María. Bogotá, Colombia. Editorial Corporación Centro Carismático Minuto de Dios. pp.49-50
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